Los productos del país vecino lograron aumentar 65% las exportaciones al mercado local y salvaron el año.
Fuente: Clarín.com
Eleonora Gosman
Brasil
Ocurre en el fútbol, y también en la industria: la algarabía de los productores brasileños representa la infelicidad de sus competidores argentinos. Es lo que pasa con el calzado, donde los últimos informes de la patronal brasileña Abicalzados indican que este año se salvaron -e incluso lograron preservar empleo- gracias a reconquistar dos mercados: primero, el de Estados Unidos y segundo, el de Argentina.
En total, el sector logró aumentar 1,7% sus ventas al exterior, en medio de una economía brasileña que atraviesa, como puede, su segundo año de recesión. Es más: no solo envió más volumen de pares al exterior, también consiguió una suba sustantiva en la rentabilidad (más 4%) procedente de ese comercio.
La entidad que agrupa a las fábricas brasileñas de zapatos evaluó que “un tipo de cambio más estable y la participación de las empresas en las ferias internacionales” explican el buen desempeño. Olvidan, sin embargo, algunos detalles. Por ejemplo, la tendencia a la apertura que decidió implementar el gobierno de Mauricio Macri, en parte para terminar con las dificultades que le creaban las barreras no arancelarias impuestas por el gobierno anterior. Los resultados están a la vista. Brasil logró colocar en territorio argentino 9, 48 millones de pares y una facturación por 111,6 millones de dólares. Esto representa nada menos que un incremento en 2016 de 65,4% en relación al 2015. Ese envión exportador se produjo, especialmente, a partir del cuarto trimestre, cuando se hizo sentir en su plenitud la flexibilización de trabas dispuestas por Argentina.
Vale también señalar que este sector entra fácilmente a mercados europeos. Es el caso de Francia, el tercer comprador de zapatos brasileños. Esto revela otro aspecto: por falta, tal vez, de una mayor renovación tecnológica –en diseño y materiales- los argentinos no tuvieron condiciones de mantener el récord productivo alcanzado en 2015.
Los “hermanos”, como ellos suelen llamarnos, lograron un hándicap envidiable si se piensa la brutal caída del consumo en el “país potencia” sudamericano. La venta de calzados de todo tipo tuvo, en ese mercado, un retroceso de 10% interanual.
Claro que también fue acompañado con una reducción de la importación de zapatos fabricados en el exterior: el año pasado los brasileños dejaron de adquirir en el comercio minorista 22,7 millones de calzados Made in China.
Quienes también celebran esa fase exportadora son los obreros y artesanos de la industria zapatera. En 2016 no se perdió ningún puesto de trabajo. Es más, se recuperaron unos 20.000 empleos que habían desaparecido en 2015, cuando arreció la caída del Producto Interno Bruto (ese año fue de 3,8%).
Del lado argentino, los productores se quejan (Alpargatas acaba de despedir a 170 operarios). Lo que viene de China y Brasil acaba con la fabricación doméstica. Pero ponen el énfasis en los fabricantes vecinos: entran más fácil -aseguran-porque no pagan arancel.