Novedades

El comercio mundial augura tiempos difíciles para Trump

22.08.2017

El presidente prometió crear empleo en Estados Unidos mediante cambios al Nafta. Pero avanzan las negociaciones con México y Canadá, su promesa se choca con la realidad

Fuente: Cronista.com
por  SHAWN DONNAN

 

La Winegard Company, ubicada en las orillas del río Misisipi y dedicada al uso de acero estadounidense, es el tipo de empresa familiar nacionalista que Donald apoya.

Las antenas de televisión satelital que su fábrica de Burlington, Iowa, produce cada tres o cuatro segundos están en los techos de todo Estados Unidos, mientras que sus antenas abovedadas dan conexión de Internet móvil y televisión a legiones de abuelos que cruzan el país en vehículos recreativos.

Pero por estos días, a los ejecutivos de la empresa, situada en uno de los tantos condados del centro-oeste que Trump ganó en las elecciones del año pasado, el presidente los desconcierta.

Luego de establecer una agenda de "Fabricado en Estados Unidos" con el propósito de que la creación de empleos vuelva a ser el centro de su política económica, el gobierno de Trump realmente está complicando la operación de Winegard, se quejan. Lo que es aún peor, está obligando a la empresa a considerar trasladar la producción al exterior por primera vez en su historia.

La iniciativa de Trump de renegociar el Tratado de Libre Comercio del Atlántico Norte, que comenzará esta semana cuando negociadores de Canadá y México lleguen a Washington para la primera ronda de negociaciones, pone en riesgo la incursión de Winegard en un mercado mexicano en rápido crecimiento al que dedicó años de trabajo.

"México como país en desarrollo es muy importante para nosotros. Están desarrollando la misma tecnología que estuvimos fabricando y comercializando en los últimos 15 años", afirma Jim Riffel, gerente general de la división satelital de Winegard y un empleado que lleva 40 años en la empresa. "Lo que hace el TLCAN es realmente simple: nos pone en pie de igualdad con nuestros competidores".

La angustia de la empresa muestra que las promesas de campaña de Trump de romper acuerdos comerciales y proteger las industrias pesadas como la del acero se están topando con las realidades complejas de las cadenas de suministro mundiales.

Del análisis del modelo de negocios de Winegard surge que el nacionalismo económico del presidente está chocando contra las complejidades de lo que "Fabricado en Estados Unidos" significa realmente en el mundo de hoy.

Fundada en 1953, Winegard fabricó antenas terrestres de televisión, luego, con el avance de la tecnología se cambió al mercado de la televisión satelital. Con apenas 400 empleados, posee una cultura corporativa muy parecida a los hábiles fabricantes de las pymes alemanas. "Evolucionar o morir" es el título de un informe que aparece en su página web. Los ejecutivos hacen alarde de sus líneas producción altamente automatizadas y una baja base de costos que les permiten ganar a rivales de China y Europa.

Promesa de empleo

La cadena de suministro y los clientes de Winegard se extienden mucho más allá de las planicies de Iowa. La mayoría de sus componentes electrónicos vienen de Asia. Su nuevo mercado de más rápido crecimiento depende de México. Sin embargo, la empresa sigue estando orgullosa de que sus antenas están hechas de acero estampado estadounidense, aun cuando esto supone otro punto de fricción con Washington.

Desde abril, el gobierno de Trump está desarrollando un proyecto para restringir las importaciones de acero con el objetivo de aumentar su precio y fortalecer la débil industria nacional que se queja de verse afectada por la competencia de China. Para Winegard, esto significaría precios más altos para un insumo clave. Esto también trae a la memoria los aranceles a la importación de acero que el gobierno de George W Bush impuso en 2002 y que redujo los márgenes de beneficio de la empresa hasta que se cancelaron los aranceles, revela Riffel.

Para ser franco, esto ya nos pasó una vez. Parece algo muy bueno [para Washington]. Las empresas siderúrgicas podrán hacer más dinero. Ahora el precio que pagamos por el acero va a aumentar, afirma Grant Whipple, el presidente de Winegard. "Si tratan de competir a nivel mundial [el resultado es que] no podemos competir en el mercado... ¿qué significa esto para nosotros? Tendremos que trasladar nuestra producción a otro sitio para poder obtener esa ventaja, ya sea a México o Asia".

La política económica de Estados Unidos primero de Trump se basa en la idea de que impuestos más bajos, una carga normativa reducida, una aplicación más estricta de las normas comerciales y la enmienda de acuerdos comerciales como el Nafta pueden hacer que Estados Unidos recupere los empleos en el sector manufacturero.

El presidente obtuvo cierto apoyo en su iniciativa de desregulación. Se espera una gran iniciativa de reforma fiscal para el otoño, que se vio demorada por las infructuosas batallas del partido Republicano para revocar las reformas sanitarias de la era Obama.

En relación con el comercio, en cambio, Trump amenazó mucho y logró poco más que retirar a Estados Unidos del Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica negociado por el gobierno de Obama.

El principal desafío de Trump en términos comerciales es la renegociación del Nafta de 23 años, contra el que arremetió durante su campaña el año pasado. Este año amenazó con retirar a Estados Unidos del acuerdo antes de optar por una renegociación luego del lobby del sector empresarial, su gabinete y los líderes de Canadá y México, el primer ministro Justin Trudeau y el presidente Enrique Peña Nieto.

La renegociación del Nafta es un aspecto central de la estrategia de ofensiva "Fabricado en Estados Unidos" de Trump. Su meta descarada es recuperar los puestos del sector manufacturero de un México que en las últimas dos décadas se transformó en una importante base de producción de bajo costo para las empresas estadounidenses.

Los asesores de Trump hablan de "repatriar" las cadenas de suministro. Pero el asunto del Nafta también es un indicador de que, a pesar de la adoración de Trump por las hipérboles, su presidencia se ha moderado en términos de proyectos comerciales.

Su amenaza de campaña de imponer un "impuesto de frontera" a las empresas que trasladen sus fábricas a México parece haber desaparecido. En lugar de ello, su gobierno fijó un objetivo de reducción del déficit comercial anual de u$s 64.000 millones principalmente mediante la modificación de las "normas de origen" que rigen la producción en el bloque y establecen el umbral para que las empresas puedan obtener acceso libre de impuestos a sus mercados.

Cómo los negociadores de Estados Unidos piensan hacer esto en negociaciones aceleradas que quieren dar por concluidas a principios de 2018 -por las elecciones mexicanas del próximo julio- sigue siendo una incógnita. Robert Lighthizer, el representante comercial estadounidense que encabeza la iniciativa, surgió como uno de los miembros del gabinete de Trump más tímido ante los medios. Objetivos de negociación crípticos que el gobierno envió al Congreso el mes pasado prometían solo actualizar y fortalecer las normas.

En un discurso ante el Club Económico de Washington el mes pasado, Wilbur Ross, el inversor multimillonario devenido en secretario de Comercio, citó las normas de origen del Nafta para automóviles como muestra de la obsolescencia del acuerdo.

"Quienquiera que lo haya redactado se creyó que era muy astuto al especificar las partes a las que estas [normas] se aplicaban. Por entonces, era una gran idea, pero actualmente la mitad de esas partes ya ni se usan en los autos".

En el seno del gobierno de Trump solicitaron la inclusión de nuevos requisitos de producción de Estados Unidos en las normas del Nafta. En privado, los negociadores canadienses y mexicanos dicen que esto sería un fracaso y acabaría con el propósito de un acuerdo regional. Pero también concuerdan en que deben encontrar la forma de que Trump pueda alzarse con la victoria ante los electores del cinturón industrial que en parte se vieron persuadidos por su promesa de acabar con el Nafta.