El éxito de Bangladesh, Vietnam y Camboya indica que otras economías pueden comandar la producción de manufacturas a nivel mundial
Bangladesh logró un milagro económico en los últimos 20 años. Hace unas décadas era uno de los países más pobres del planeta, golpeado por el hambre y las inundaciones. Hoy es considerado una economía de ingresos medios. Vietnam ha hecho lo mismo; Camboya está muy cerca de conseguirlo. El espectacular crecimiento de esos países demuestra que el temor a una "desindustrialización prematura" es desacertado dado que una nueva generación de potencias manufactureras está dando forma al Siglo XXI.
El éxito de Bangladesh es aún más notable porque el mundo le ha prestado muy poca atención. El crecimiento se aceleró ininterrumpidamente a más de 6%, impulsado por la clásica industria textil de mano de obra barata. Actualmente, el país es el segundo mayor exportador mundial de prendas de vestir. Los poderosos engranajes del crecimiento comenzaron a moverse. Las fábricas textiles emplean millones de mujeres jóvenes, lo que les brinda poder económico, motiva a las familias rurales a invertir en educación y genera un dividendo demográfico.
La expansión de estos nuevos centros manufactureros es uno de los cambios más prometedores de la economía global ya que ofrecen nuevos mercados para los bienes de consumo, enormes oportunidades para los inversores y una manera de sacar a millones de personas de la pobreza. Sin embargo, incluso cuando Bangladesh transita un camino ascendente, existen dudas sobre si otros podrán seguir su ejemplo.
El economista de Harvard Dani Rodrik encontró un patrón del derrumbe industrial temprano que ha ocurrido en países pobres, donde las fábricas desaparecieron en niveles de desarrollo mucho más bajos que en Europa o EE.UU. Menciona la desaceleración industrial en Sudamérica, África y partes de Asia desde la década del 80 en términos de producción y de empleo. Eso representa una grave noticia para los países en desarrollo. Tal y como señala Rodrik, la actividad industrial alimenta la productividad. Es difícil hacerse rico sin ella.
Durante la década de 60, a las economías asiáticas a veces se las comparaba con gansos voladores. A medida que Japón ascendía en la cadena de valor industrial en la electrónica, por ejemplo Taiwán o Corea del Sur entonces podían entrar en el mercado textil dejado atrás. El resultado fue un desarrollo escalonado, como el patrón de las aves migratorias. Pero si la automatización y la robótica ahora pueden competir con la mano de obra más barata, esas oportunidades nunca aparecerán. Los países en desarrollo tendrán que encontrar un nuevo modelo de crecimiento a través de los servicios o quedarse atrapados en la venta de materias primas.
Esos temores están errados. Es más probable que Bangladesh anuncie el inicio de una nueva ola de industrialización en los países pobres; una ola que, con el tiempo, se extenderá incluso hasta el África subsahariana.
Investigadores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) confirman que la porción de la actividad industrial y de empleos industriales en las economías en desarrollo en promedio ha disminuido. Pero para éstas en su conjunto, esa porción se encuentra en un nivel récord. En otras palabras, no es que haya menos fabricación, ni que los robots lo estén haciendo todo. Es, más bien, que toda la manufactura se ha concentrado fuertemente en un solo lugar, ocasionando una pérdida de la industria en las demás partes. Ese lugar es, por supuesto, China. Los gansos estaban tratando de emigrar a través de China, pero estaban siendo eliminados por su formidable ventaja comparativa al momento de fabricar.
Para que otros fabricantes crezcan, éstos deben desplazar a este gigante industrial, y Bangladesh ahora sugiere que es posible. Las fábricas de China están invirtiendo fuertemente en automatización y robótica para aumentar la productividad y mantenerse competitivo en un momento que suben los salarios locales. Pero hay pocas razones para pensar que funcionará mejor que a los países ricos que China mismo desplazó durante la década del 90.
La tecnología de la robótica ha avanzado, pero las líneas de producción totalmente automatizadas siguen siendo muy costosas y difíciles de ajustar. Por esa razón, los robots se utilizan poco fuera del rubro automotriz y de la electrónica, donde los volúmenes son lo suficientemente elevados. Los robots están a décadas de desplazar hábiles dedos humanos dispuestos a trabajar por unos cuantos dólares al día en una industria donde la demanda de los clientes cambia tan rápido. Mucho dependerá de si Beijing dejará morir a sus industrias de mano de obra poco calificada o si luchará por mantenerlas. La menor intervención en su divisa y la debilidad del yuan contribuyeron directamente a que surgieran nuevos centros manufactureros. Sus elevadas tasas de ahorro e inversión, por otra parte, crean exceso de capacidad y contienen el crecimiento de la industria en otros lugares. Otros países en desarrollo deberían esperar que Beijing logre reequilibrar su economía hacia el consumo. Ninguna otra estrategia sería mejor para acelerar su crecimiento.
Si la población de China deja de fabricar ropa barata pero usa más de ella, significará que el mercado disponible será el mayor de su historia. China tenía cientos de millones de consumidores ricos en Europa, EE.UU. y Japón a quienes venderles durante la década del 80. Actualmente hay miles de millones de personas que compran ropa, zapatos y juguetes. Independientemente de la automatización que exista, los mercados más grandes lo compensarán.
Para la economía global, Bangladesh y otros países ofrecen un crecimiento fresco con menos dependencia de China. Existen importantes implicancias en relación con los precios en los países avanzados. Una de las causas de la baja inflación global es el impacto del ingreso de China a los mercados mundiales. El ascenso de Bangladesh sugiere que los precios no aumentarán a medida que se eleven los propios ingresos en China. Todavía existen otros países que desean alcanzar la riqueza a través de la manufactura, particularmente en África.
Desde que la revolución industrial comenzó a mediados del siglo XVIII, la fabricación ha sido el camino que conduce de la pobreza a la abundancia y, a pesar de un episodio de congestión mientras China lo transitaba, la ruta está más abierta de lo que jamás lo ha estado. Los gansos están listos para migrar de nuevo.