La Argentina perdió la oportunidad de sentarse en la primera fila del comercio mundial al no haber estado entre los países que ratificaron voluntariamente el acuerdo de facilitación de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que entró en vigor días atrás.
Gozará, si, de los beneficios de un intercambio de mercaderías más rápido, más sencillo y más barato. Pero lo hará por mandato, no por ser parte de la vanguardia global por un comercio más fácil.
Puede ser que la diferencia entre dar un paso adelante y ser empujado desde atrás sea nula. Pero la carga simbólica dice mucho del lugar mezquino que ocupa la política comercial externa en la agenda nacional: el Congreso debió haberlo tratado en sesiones extraordinarias, cosa que no pasó.
Las economías regionales -las que mayor potencial exportador tienen por sus atributos de diferenciación- son las que enfrentan mayores barreras comerciales. Incluso, de las autoinflingidas.
Serán éstas (o deberían serlo) las más beneficiadas por el compromiso global de evitar que la logística del movimiento aduanero de las mercaderías sea un costo más (excluyente en muchos casos en nuestro país). Por eso no se entiende cómo el Congreso, donde las economías regionales tienen a sus representantes para velar por sus intereses, dejó pasar por alto esta discusión.
Nota al margen: un gran primer paso dado por el Gobierno fue instrumentar la ventanilla única del comercio exterior, que va en esta misma línea: hacerle la vida más sencilla a las pymes sobre todo.
Cada día adicional de demora en un tránsito (por buque, camión, por espera en puerto) equivale al 1% del valor de una mercadería, en promedio, según datos de la Unctad. Las ventajas comparativas de la producción de agroalimentos en la Argentina tienen su desventaja en la distancia que debe recorrer para llegar al cliente final.
Este acuerdo busca reducir el costo de la ineficiencia inherente a los países en desarrollo, como la Argentina: para nosotros, el costo de exportar puede ser casi dos veces más que para un país desarrollado. Lo bueno es que muchas quejas de las fuerzas productivas argentinas, sin distinción de segmentación, tienen respuesta y solución en algún componente de este acuerdo global.
Según la OMC, este acuerdo permitirá una reducción de los costos de exportar e importar entre un 9 y 23% a todo el mundo, redundando en un repunte del intercambio global desde los US$ 750.000 millones hasta el billón de dólares.
Por año, el crecimiento de las exportaciones globales despuntaría hasta el 2,7% de acá al 2030.
La lectura más importante: la globalización tiene margen todavía para bajar los egos de los líderes mesiánicos y acotar los efectos de determinadas políticas macroeconómicas nacionales.