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"La importación de tecnología reducirá el costo argentino"

27.02.2017

Podrán conseguirse mejores equipos, en cantidad y calidad, asegura Enrique Carrier. La quita de aranceles permitirá que se informaticen las empresas y que la gente compre computadoras más baratas. Clave: el peso de la presión fiscal sobre el precio final. No se perderán tantos puestos de trabajo, augura el experto.

Fuente: La Prensa
Por Gustavo García

 

Lo prometido es deuda y, finalmente, el Gobierno cumplió con la medida de quitar los aranceles para la importación de tecnología. Quedaron reducidos a cero el 12% que cargaba sobre la compra de insumos y el 35% en la adquisición de computadoras y demás bienes finales del sector. Para muchos, el decreto será una bisagra que le permitirá informatizarse al sector productivo y comprar a mejor precio al ciudadano de a pie.

Pero, sin embargo, la decisión no gatilla de manera automática el salto tecnológico que la Argentina está necesitando. Es, claro está, un aliciente. Lo que hay que cambiar, según explica Enrique Carrier, especialista en telecomunicaciones e informática, tiene que ver con el componente del costo argentino. Punto clave para que la economía gane en competitividad.

-¿Cuál es su opinión de la decisión de quitar los aranceles a la importación de tecnología?

-Creo que si uno ve lo que era la oferta disponible, en general era cara y además tecnológicamente baja. Evidentemente había algo que no estaba resultando bien en el sistema anterior. Creo que hay que entender esta nueva política a partir de ese contexto.

-¿Habrá un antes y un después?

-Más allá de las tensiones de este momento en particular, creo que es una medida positiva. No sólo pienso que van a bajar los precios de los equipos, sino que mejorará la oferta en términos cualitativos y cuantitativos. Muchas empresas se fueron en los últimos tiempos o bajaron mucho su presencia, como fue el caso de HP, que históricamente manejó grandes volúmenes en el país.

-¿El costado negativo es la pérdida de puestos de trabajo?

-El principal impacto negativo es la pérdida de puestos de trabajo, pero no serán tantos como se dijo en algún momento. Las empresas que estaban operando no sólo se dedicaban al armado de computadoras. Es decir que sólo una proporción de los empleados estaban ensamblando. Luego había gente de logística, venta, soporte, administración. Si el negocio cambia y pasa a partir de ahora por la importación, seguirán trabajando. Si crece, y es lo que todos esperamos, habrá más demanda de trabajo. Las compañías internacionales tal vez vuelvan a cobrar mayor envergadura en el mercado local.

EL GRAN SALTO

-¿Será un aliciente para el sector productivo?

-Más que eso. El problema antes era que a las pymes se le estaba agregando un costo adicional. Si tenían que informatizarse, todo salía más caro. Ahí es donde el tema entra en lo que podemos llamar ese monstruo que es el costo argentino. Hasta este decreto, el acceso a la tecnología era mucho más caro.

-¿Habrá mejoras en la competitividad?

-No será algo inmediato, pero al menos se le baja a las empresas el costo de la informática. A su vez se incentiva a una mayor informatización. Pero también hay que tener presente el impacto que tiene a nivel del consumo doméstico. La gente que no podía acceder a la tecnología, ahora podrá hacerlo. Y aquellos que podían, terminaban relegando otros consumos porque habían gastado mucho comprando computadoras. Creo que la relación costo-beneficio de la medida es buena. Los puestos de trabajo, ensamblando equipos, tenían un costo muy alto.

-¿Hubo experiencias anteriores de libre importación de tecnología?

-No es la primera vez que hay arancel cero para la tecnología. Lo hubo en los "90 durante la gestión de Domingo Cavallo. Fueron años de mucho crecimiento y se desarrolló la industria local. Fue la época donde prosperaron los llamados cloneros, gente que ensamblaba computadoras a baja escala o en forma particular. Llegaron a tener una participación del 50% en su peor momento. En el mercado había una diferencia a favor del ensamblador local, ya que tenía menores costos de estructura que las multinacionales.

-Es decir que podría haber mercado para todos.

-Las multinacionales suelen trabajar con grandes marcas, pero las pymes pueden operar con estos proveedores. En su momento tenían una gran velocidad de reacción para las nuevas configuraciones, cosa que no pasaba con las grandes compañías. Así nacieron algunas de las empresas que ahora están fabricando en la Argentina. No creo que esto signifique la desaparición de los productores locales. Evidentemente habrá nuevas reglas, se dará una mayor competencia y eso ayudará a bajar los precios y a mejorar la oferta y la calidad de la tecnología.

-¿Qué falta para que las empresas inviertan y den el gran salto tecnológico?

-El salto tiene que ver con muchísimos factores. Es una gran madeja que hay que ir desarmando. Influyen mucho los costos como el tipo de cambio y la carga impositiva. Lo interesante del proceso, cuando se regularice el suministro con la llegada de nuevos equipos, es que será una buena medida para tener dimensión real del costo argentino. Si un equipo en un país de la región, con características similares a la Argentina, cuesta 100 dólares y acá cuesta 150, eso dará la pauta de lo que significa nuestro costo.

-¿Ahí entra a jugar la estructura impositiva como uno de los componentes del precio final?

-Hay muchos costos, como la presión impositiva, las cargas y el costo financiero, que entran en la ecuación. Hay que tener presente que no sólo la electrónica es más cara, sino también la ropa y otros bienes. Cualquier persona que tiene la posibilidad de viajar al exterior puede comprobarlo. Y el tema no pasa sólo por el tipo de cambio, porque se hace una devaluación y el efecto se pierde en tres meses. Creo que el Gobierno es consciente de que hay que bajar los costos locales que atentan contra la competitividad.

SUBSIDIOS

-¿Es inviable el sistema de subsidios para desarrollar el sector tecnológico en Tierra del Fuego? ¿Cómo hacen los países que quieren darle impulso a esta industria?

-Acá hay dos cosas. Primero, que Tierra del Fuego tiene poca influencia en el rubro computadoras. La mayoría se fabrican en el continente, en el Gran Buenos Aires o en Rosario. Había algo de producción en la isla, pero no de la magnitud de los celulares, que se ensamblan todos allá. El otro punto es que en realidad son pocos los países que deciden fabricar electrónica, sobre todo en productos tan masivos como las computadoras. Un porcentaje altísimo de estos equipos se hace en China, y a esta altura no pasa por los costos chinos de mano de obra, ya que eso se está diluyendo. Allá mejoraron los sueldos y el nivel de vida, tanto que algunas empresas chinas se mudan a otros países en busca de costos más bajos. El asunto es que ellos tienen todo el ecosistema de proveedores. Allí están quienes ofrecen memoria, discos, gabinetes, cajas, lo que uno quiere. Es muy difícil replicar ese modelo en otro país, porque además no se puede llegar a esa escala de producción.

-Evaluando costos y beneficios, ¿la decisión estratégica debería ser importar tecnología y volcar los recursos que implican los subsidios al desarrollo de otras áreas más competitivas?

-Habría que buscar un nicho donde ser competitivos. En computación no es, y en celulares tampoco. Una cosa es tener una política proteccionista para defender a un sector, pero con un plazo delimitado de tiempo, y otra es fijarlo de manera sistemática. Uno le brinda un andador al sector por un tiempo, pero si se lo saca y el sector no camina, es que no funciona. Creo que la búsqueda no debería ser en la industria electrónica.

-¿Hay empresas que deberán reconvertirse?

-Creo que en el caso de Tierra del Fuego, tendrán que reconvertir la actividad económica. Es el lugar menos eficiente para instalar la industria electrónica por el alto costo de los fletes al tener que mandar las partes y los equipos desde la isla a Buenos Aires. Deberán buscar allí donde tengan ventajas comparativas, como la pesca o la logística marina. Desarrollar una industria de manera artificial dura lo que dura el beneficio, y con él igualmente se paga más caro el producto. Es un modelo que merece ser repensado.