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México mira hacia el Sur: una gran oportunidad latinoamericana

22.02.2017

En su reciente encuentro en Brasilia, los presidentes de la Argentina y del Brasil, al tiempo que enfatizaron la necesidad de darle impulso al Mercosur, señalaron la conveniencia de un mayor acercamiento de México a nuestro bloque regional.

Fuente: El Cronista.com

 

Esas declaraciones resultan auspiciosas como expresión de una política orientada en favor de la integración, a la par que representan un mensaje de solidaridad y cooperación con el pueblo y el gobierno mexicanos, ante las reiteradas manifestaciones de rechazo y hostilidad de parte de la nueva administración estadounidense.

De sus palabras se desprende que los presidentes Macri y Temer han comprendido la oportunidad histórica que, de manera inesperada, se ha abierto para el proceso de integración latinoamericana, y es de desear que se concrete en pasos efectivos.

Por encima de los intereses sectoriales y de las banderías partidarias, en México soplan aires de unidad nacional como hacía tiempo no se respiraban. Las actitudes y expresiones del nuevo presidente de Estados Unidos, su principal socio en las últimas décadas, despertaron en la nación azteca un fuerte sentimiento de unidad, como respuesta comprensible. Y, al mismo tiempo, ha comenzado nuevamente a mirar hacia el Sur.

Recordemos que, a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, México orientó su atención hacia su poderoso vecino y virtualmente dio la espalda a Centro y Sudamérica. A tal punto fue así, que su tradicional influencia en Centroamérica casi ha desaparecido, situación aprovechada, precisamente, por Estados Unidos.

En Sudamérica, su presencia comercial y cultural es muy pequeña, si se toman en cuenta las potencialidades que se presentarían en una relación integrada con toda la región.

Un valioso antecedente

Cabe destacar que, a comienzos de este siglo, México dio una clara señal de acercamiento a Sudamérica, de la que me tocó ser protagonista. Gobernaba entonces Vicente Fox, del Partido Acción Nacional (PAN), el primer presidente de su país, en 71 años, que no pertenecía al Partido Revolucionario Institucional (PRI).

En aquella oportunidad, el canciller mexicano Luis Ernesto Derbez viajó a Montevideo y me pidió una entrevista, en mi condición de Presidente de la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur, a la que accedí gustosamente.

El canciller Derbez traía un mensaje del presidente Fox para los mandatarios de los Estados integrantes del bloque regional, en el que manifestaba el interés de esa gran nación por incorporarse como miembro activo de nuestro mercado común.

Luego de nuestra reunión en la capital uruguaya, transmití ese mensaje a sus destinatarios, e incluso se consideraron cuestiones operativas en el propio Mercosur. La iniciativa, sin embargo, se fue diluyendo con el paso del tiempo.

Seguramente, las condiciones objetivas en la región no eran entonces las más favorables para ese paso, que hubiese cambiado el mapa económico, social, político y cultural de toda América.

La gran oportunidad

Ahora, finalmente, esas condiciones se presentan claramente. Y está en manos de las actuales dirigencias tomar la oportunidad y aceptar el desafío que significa para el futuro de la unión latinoamericana. Por esta razón, celebro la iniciativa de la Argentina y el Brasil, y debemos instar a las autoridades a avanzar decididamente en la incorporación de México y retomar el espíritu de integración latinoamericana.

La importancia económica de esa integración salta a la vista. México sumaría 120 millones de habitantes a los actuales 425 millones de Sudamérica, ampliando considerablemente sus mercados.

Con su incorporación, el PIB conjunto superaría los 8 billones (millones de millones) de dólares.

Hoy, el comercio intrarregional latinoamericano es bajo: sólo la quinta parte de las exportaciones tiene por destino países de la región; pero el potencial del intercambio entre México y Unasur es enorme.

Las posibilidades de favorecer el desarrollo de los países de la región son también muy grandes y constituyen otro factor importante que juega en favor de esta iniciativa.

Cuando se consideran estas y otras cifras se comprende la magnitud histórica de una decisión de esta naturaleza. Claro está que para ello Unasur debe recuperar sus programas de integración física, energética, cultural y demás áreas, y dinamizarlos con la incorporación mexicana.

Es la gran oportunidad. Si se avanza con coraje en este camino, la unidad subcontinental no resultará ya una expresión de deseo, sino la ruta que llevará a América Latina a ser la gran protagonista del siglo XXI.